Mejor parecer tonto, que demostrar serlo

 

No comprendo como cada mañana una persona enferma tiene que levantarse para lidiar con idiotas que sueltan palabras sin cariño por su boca, sin pensar que se van a clavar en el corazón como un puñal.

No comprendo como somos capaces de salir a la calle para opinar sobre lo que ni siquiera conocemos de oídas.

No comprendo como podemos ser tan burros en la mayoría de las situaciones, con nuestras valoraciones físicas, emocionales y personales. Se nos olvida que ni somos médicos, ni psicólogos, pero que si nos esforzamos podemos ser humano.

 

Me he planteado hablar de esto porque es una vivencia común para mucha de la gente enferma que me rodea. Hablo constantemente con pacientes que están a punto de operarse o que ya lo han hecho, o que no saben ni que dirección tomar o que tan solo no pasa ningún tren al que subirse, y en nos apoyamos mucho entre nosotros. Pero hay algo que siempre acompaña nuestras conversaciones y es la ausencia del calor de la gente, la estremecedora frialdad con la que nos trata la sociedad.

Los comentarios no nos dejan ni un respiro, cuando nos ven una foto un poco más bonita, o ven que nos arreglamos un día, un simple contorno de ojos y un pintalabios o una básica sonrisa que nos colocamos antes de salir por la puerta de casa.

 

Me gustaría que comprendierais algo. La curva de la felicidad en la cara no es sinónimo de estar bien, de estar al 100% y de no tener limitaciones. En general se trata de una máscara para tener que explicar menos cada vez que alguien te va a importunar. Se trata de demostrarle al mundo que la salud te puede ganar una batalla, pero que nunca te arrebatará la sonrisa.

Tampoco el cambio de un chándal a unos vaqueros es relevante, pues para mi a veces solo implica un nuevo intento de ser un poco más yo misma. Y quiero reconoceros que a día de hoy, todavía es imposible lucirlos cada día o al menos 5 días a la semana. Me tengo que conformar con poder ponerlos 1 día o ninguno, pero cuando ese día llega me siento contenta, hasta que me encuentro a la persona que sin pensar y sin afecto me va a arruinar el día. Afortunadamente es algo que yo ya tengo interiorizado, pero quizás se trate de que tenga 23 años y que tenga profundamente asumida esta realidad que vivo y lo que la rodea. Pero debemos ser conscientes de que en el mundo hay personas más fuertes, más frágiles y también existen los días malos, por ello os pido respecto por encima de todo.

 

Quiero compartir otra vivencia con vosotros que es muy habitual.

Un conocido que se para y te dice lo mucho que has engordado o adelgazado, cuando ni siquiera has variado cien gramos tu peso, ni arriba ni abajo. Si a sus ojos estás más gordita ya estas mejor y si estás más delgadita no comes. Benditas básculas oculares, no se qué haríamos sin vosotras. Por favor, recordad que tenemos báscula en casa, que tenemos un espejo y que hay profesionales que intentan ayudarnos porque es la enfermedad la culpable, no nosotros. No es un psicólogo quien nos trata, pues por mucho que os empeñéis no se trata de una anorexia o una bulimia, podéis estar seguros de ello.

También tenemos esa persona que nos detiene para interesarse por nuestra salud, pero cuando formula alguna pregunta se la responde él mismo. Esto lo hace sin dejarte que expliques cual es tu realidad. Al fin y al cabo, intentan convencerte de como estás.

Me da pena que seamos una sociedad tan básica y cruel.

Son muchas las veces que he tenido que escuchar la palabra “paciencia” o la frase “date tiempo”, a lo que yo respondo que llevo tres largos años en esto y se mejor que nadie la carrera de fondo en la que estoy inmersa.

O aquella frasecilla de “hija, pero comes y eso ya…”, a lo que siempre respondo con un suspiro, pues estoy orgullosa de que mis médicos lograran que pueda comer, pero no lo es todo. Me gustaría que pensarais que puedo comer, como me sienta la comida, como mi cuerpo se acostumbra o no a la alimentación, si siento dolores cuando como y miles de cosas más. Pero claro, al final solo interesa una apariencia.

Y por no hablar de eso de que estás bien porque sales a la calle. ¿Perdón? ¿Alguien podría explicarme que fundamentos tiene esa afirmación? Señor/a, salgo a la calle para recomponerme, para buscar motivos por los que seguir caminando, porque aparco un rato mi lucha interna, porque también me merezco VIVIR.

Y finalmente, ese comentario tan frecuente de “ya le pregunto a Fulano por ti y a Mengano, me dicen que estás bien”. Y tú, sonríes y por dentro eres consciente de que ese “Fulano” no te ha preguntado a ti una sola vez y de que “Mengano” no sabe la mitad porque no quiere enterarse.

 

Ojalá jamás tengáis que convivir con este tipo de gente, pues complican mucho el día a día.

Los enfermos tienen bastantes asuntos pendientes por los que luchar. Deben guardar las escasas energías para emplearlas únicamente en la supervivencia, en la recuperación o en afrontar esa operación que les espera. No tienen tiempo, ni ganas, de perder instantes en pamplinadas sin fundamento, en palabras sordas y en corazones sin amor.

Dejar paso en el camino a cada uno de ellos y antes de hablar solo os pido pensar y basaros en el respeto.

Dejar a un lado las clases magistrales de ignorancia y leer o informaros antes de soltar palabras inoportunas o dañinas.

 

Tratemos de ser útiles para el otro, en lugar de entorpecer. Nos sentiremos todos mejor.

 

 

 

Escrito el 07/05/2021.

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