Amarrada en el puerto

 

Estoy amarrada en esa orilla, en ese puerto que es de todo menos bonito. Y mira que me gustan los puertos, pero este es oscuro, triste y doloroso.

Me mantiene anclada una gran fuerza, debe tratarse de uno de esos nudos marineros. Uno de esos que son imposibles de desatar.

Para colmo, tengo la certeza de que permaneceré en el mismo lugar, seis eternos meses más.

Llenos de complicaciones, de resistencia y de angustia.

 

Debe ser que es mucho pedir, el deseo de un cambio de zona portuaria. Quizás otra fuera más alegre, más luminosa o tal vez algo diferente.

Pero no puede ser. Está fuera de todo tipo de posibilidades, porque no depende de mí. Existe un condicionante mayor y un director general que es el que debe moverme, pero no está dispuesto a hacerlo.

 

¿Qué más da? Es joven, que luche. Ya, lo entiendo, tengo los requisitos para hacerlo. Pero creo que también merezco vivir un poco y disfrutar de lo que me corresponde por edad. De ser yo misma y de respirar con normalidad. De deshacerme del miedo, de la presión y de la inestabilidad.

 

Si ya lo dice mi madre. Ayer mismo me lo recordaba cuando charlábamos y nos desahogábamos. Me convencía de que somos unas supervivientes. Y... ¡vaya que si lo somos!

 

Ya es mucho tiempo a bordo de esta embarcación. Hemos llegado hasta aquí con muchas complicaciones, pero me hunde pensar que todavía quedan más.

 

Yo te prometo que no sé cómo, pero cruzaré ese mar a nado y veré que encuentro en la otra orilla, en el otro extremo. Yo aquí no me quedo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El viento

Mejor parecer tonto, que demostrar serlo

Mi bocanada de aire