Aquel diminuto círculo

Ayer conocí a una señora que me encogió el alma. Cuando digo señora, no me la denomino de tal modo por edad, sino por su valentía. No he conocido a nadie, que sin ni siquiera conocerte, sea capaz de llegar a tu corazón.

Ella llegó, apareció en un momento de llanto, de decepción y de pánico. Me conoció en uno de mis momentos bajos de verdad. Me dio una lección de vida y me explicó la importancia de mí misma.

 

Me hizo ver que debo centrarme en mí, que debo centrar toda mi energía en mi círculo, que debe ser muy pequeñito. Que tengo muy poca energía y ésta la debo agotar en luchar por mí y por mi enfermedad. La vitalidad la necesito para sobrevivir. No debo permitir que nadie me dañe.

 

Me mostró las dos vertientes de afrontar la vida y me comentó de antemano, que no era fácil hacerlo pero que merecía la pena. La primera opción era sentir tristeza, llorar y buscar la explicación a los daños ajenos a ti. Esta opción haría aumentar los problemas que tengo.

Además de los problemas de salud, el llorar me generaría dolor de cabeza, malestar, cansancio, me dejaría sin fuerzas. ¿Ves? Ahora tendría muchos problemas más.

Con este comportamiento, se me arrugaría el corazón y aún peor, arrugaría los de los que me quieren con mi forma de afrontarlo.

La segunda opción, sería tomarlo con humor. De este modo, no gastaría mi energía y no aumentaría los agentes con los que pelear. Al fin y al cabo, sería yo misma la única preocupación.

 

Posteriormente me expuso su situación, la de su hija. Un caso excepcional en el mundo, que ha superado todos los obstáculos y que pese a tenerlo todo en contra, ha rebatido y desmontado las certezas y las predicciones respecto a su diagnóstico y pronóstico.

Me ha relatado como ha sido y como es su día a día. Lo que es vivir como si fuera el último día o el último rato, ¿quién sabe?

 

Mientras hablaba con ella, solo veía unos ojos llenos de noches en vela, repletos de miles de batallas contra la muerte, colmados de tristeza y de lucha. He visto como una madre pelea sin ver, pero que aun así siempre vence. Una madre llena de amor y de ganas para que su hija sobreviva.

Pero he visualizado en ella el reflejo con muchas similitudes de mi madre. Como ha sufrido, como ha demostrado a la niña su entereza aún hecha mil pedacitos y como ha sido una auténtica valiente.

 

Gracias por tus palabras, gracias por la enseñanza y gracias por aparecer ayer y por marcar mi vida.

 

Siempre será ese pequeño círculo, ese que es de verdad, ese que es tuyo.

 

Escrito el 29/02/2020

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